En este contexto, dos ciudades del norte de nuestro país han estado en el centro de la atención pública en los últimos días: Ciudad Juárez y Cananea.
La primera, una ciudad con raíces revolucionarias, bicentenarias y centenarias, se ha convertido en rehén del narcotráfico, que se ha desarrollado escandalosamente –¡vaya coincidencia!- precisamente durante la etapa neoliberal. Durante la misma fase, ha sido la capital nacional de los feminicidios, y durante el “gobierno” de Calderón, en concreto, ha pasado a ocupar el primer lugar mundial por asesinatos de todos tipos; a sufrir, su población toda y sobre todo su juventud, la agresión sistemática de la policía y el ejército, del que se informa por fuentes fidedignas que es autor de más de mil casos de violación grave a los derechos humanos.
La segunda fue el lugar donde los trabajadores de las minas escribieron la página heroica, casi legendaria, de la gloriosa Huelga de Cananea de 1906, que ganó fama como antecedente directo y uno de los detonadores de la Revolución de 1910. Hoy, de nueva cuenta, los trabajadores mineros de Cananea, nietos tal vez o bisnietos de aquéllos que sufrieron la represión durante el porfiriato, llevan ya 30 meses de huelga contra un grupo patronal que, protegido por el gobierno, pisotea los derechos de los trabajadores de orden laboral y sindical.
Y todavía hay por allí sinvergüenzas que andan tratando de aliarse con el PAN, el partido de FECAL, el partido de ultraderecha, con pretextos baladíes que sólo persiguen el propósito de encubrir sus ambiciones personales y de grupo; y otros igualmente sinvergüenzas que promueven alianzas con el PRI –es el caso de Zacatecas- con las mismas razones de fondo y con pretextos semejantes. ¡Vaya cinismo!
En Ciudad Juárez, Calderón recibió en su cara la condena a su incapacidad, ligereza de lengua con la que calumnia al pueblo –a los jóvenes estudiantes brillantes y deportistas ameritados, asesinados a mansalva, tal vez por paramilitares, los acusó públicamente de formar parte de una banda de delincuentes y luego ha tenido que tragarse sus palabras-, y por tantos y tantos agravios que el ejército, indebidamente sacado a la calle a hacer labores de policía que constitucionalmente no le competen, ha infligido al pueblo. El enojo del pueblo es de tal magnitud, que ni los varios miles de militares que se desplegaron para cercar el lugar donde estaría FECAL, ni todos los filtros y retenes para aislar al pueblo, pudieron impedir que esta vez la indignación popular lo alcanzara de frente y le estallara en el rostro.
En Cananea, autoridades judiciales que obedecen consignas del ejecutivo y de los patrones, han emitido un fallo contra los trabajadores, con el que se han creado las condiciones para que intervenga el ejército, y se de allí un baño de sangre a la clase obrera.
Dos casos paradigmáticos, sucedidos en los últimos dos días, de entre los muchos que ocurren a diario y cada vez más.
Dos casos paradigmáticos, sucedidos en los últimos dos días, de entre los muchos que ocurren a diario y cada vez más.
Y todavía hay por allí sinvergüenzas que andan tratando de aliarse con el PAN, el partido de FECAL, el partido de ultraderecha, con pretextos baladíes que sólo persiguen el propósito de encubrir sus ambiciones personales y de grupo; y otros igualmente sinvergüenzas que promueven alianzas con el PRI –es el caso de Zacatecas- con las mismas razones de fondo y con pretextos semejantes. ¡Vaya cinismo!
-M.L.N. & F.S.U.
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