domingo, 6 de junio de 2010

PALABRAS DE CONCLUSIÓN Y CLAUSURA DE UNIVERSIA POR PARTE DEL RECTOR DE LA UNAM

Señoras y señores:
En términos personales y de la organización de la que he formado parte, doy a todos ustedes las más cumplidas gracias por su asistencia a este concilio rectoral extraordinario. Deseo, estimados colegas, que su estancia en México haya sido placentera y especialmente provechosa.
Estoy seguro que al reconocer el trabajo de Universia y su convocatoria transmito el agradecimiento de los asistentes. Su labor y la visión del Grupo Santander son ejemplares.
Gracias a todos los que han hecho posible este encuentro, gracias a las instancias públicas y privadas que nos facilitaron el trabajo, gracias a la Universidad de Guadalajara, a esta bella ciudad y a sus habitantes. Pero de manera muy especial, gracias a las rectoras y rectores que con su presencia y participación han hecho posible hacer historia.
En esta segunda reunión se han analizado los retos que la globalización plantea a la universidad iberoamericana en cuanto a mejorar su calidad docente y de investigación, al igual que la necesidad de profundizar en su compromiso social e incrementar el grado de internacionalización.
También hemos avanzado en la definición de estrategias para consolidar un auténtico macroespacio de cooperación universitaria. El sueño de construir en esta década nuestro Erasmus Iberoamericano ya está transformándose en realidad.
En los cinco años transcurridos desde la primera reunión, se han registrado numerosos sucesos relacionados con los propósitos que aquí nos congregan. De particular importancia han sido distintas reuniones internacionales, en las que se ha reconocido que la educación superior es un bien público y que el conocimiento es patrimonio universal.
Por ello, precisamente por ello es inaceptable que hoy en día, en el promedio de los países de Iberoamérica, la mayoría de los jóvenes en edad de cursar estudios universitarios no puedan hacerlo. Requerimos ampliar la cobertura en materia de educación superior y desarrollar programas y medidas para ampliar la inclusión social.
Necesitamos que se adopte como parte de una política de Estado el apoyo a la educación superior, a la cultura, a la ciencia y a la tecnología. La educación en general, pero de manera particular la de nivel superior, es fundamental para que nuestros países no se rezaguen más respecto de naciones que basan su progreso y su desarrollo humano en el conocimiento y sus aplicaciones.
Ante el momento histórico que vivimos, ante los desafíos que plantean la globalización y la sociedad del conocimiento, adquieren pleno sentido político y académico los trabajos realizados en este Segundo Encuentro de Rectores.
Debemos redoblar los esfuerzos para concretar un nuevo modelo de universidad iberoamericana, todavía más comprometida con la calidad académica y con la sociedad más innovadora, más abierta al mundo y a la colaboración con instituciones similares; más flexible en su organización interna para aprovechar sus potencialidades y las ventajas de las nuevas tecnologías de la comunicación; más dúctil en el intercambio de alumnos, de profesores e investigadores; más confiada en sus propias capacidades.
En los auditorios sede de nuestras deliberaciones, convivieron el pasado portentoso y la modernidad de nuestra era; junto a ellos también estuvo presente la posibilidad de un futuro no menos deslumbrante.
Estas tres dimensiones temporales impulsaron nuestro trabajo, en el ambiente nos acompañaron el espíritu de incontables hombres y mujeres notables que en su tiempo hicieron contribuciones sobresalientes al saber y la belleza, a la justicia y la dignidad, al desarrollo de nuestras poblaciones.
A nadie debe sorprender entonces que en nuestras universidades cuidemos el pasado, al tiempo que damos respuesta a las necesidades del presente y diseñamos el mañana. En todo caso, el espíritu que atesoramos se remonta al menos al siglo XI en Bolonia, al XII en Salamanca.
La inmensa mayoría de los estados modernos no existían cuando la universidad ya iniciaba su camino. Lo que hoy sabemos y cuánto podemos hacer y transformar, nada tiene, por otra parte, que ver con lo de antaño.
En los programas de las universidades aquí reunidas se forman millones de estudiantes, ellos y sus familias confían en nuestras instituciones; sus esperanzas y los anhelos de las sociedades transitan por nuestros espacios.
Sabemos que el futuro se edifica hoy, que lo que hagamos y dejemos de hacer definirá el porvenir de las próximas generaciones; reconocemos que somos actores privilegiados en un mundo nuevo y extraordinario.
Durante los últimos 50 años hemos tenido la oportunidad de presenciar y de beneficiarnos de los avances registrados. Nunca antes las capacidades disponibles habían permitido tanto, no hay precedente de una era con tantas posibilidades para la prosperidad individual y colectiva. Sin embargo, también es cierto que la lista de problemas y rezagos se ha incrementado.
A los añejos problemas se han incorporado nuevos desafíos, la pobreza y la desigualdad de siempre se han acentuado, en muchos sentidos, a las viejas formas de ignorancia y analfabetismo se han sumado nuevas modalidades y otros contenidos. A los riesgos tradicionales de la vida se han adicionado muchos otros y más complejos.
Durante el último medio siglo nuestros países han intentado resolver muchos de los problemas de la humanidad y se ha fallado en el intento; los resultados de muchas de las cumbres internacionales así lo muestran.
No importa si la referencia es al crecimiento de la población del mundo, a la desnutrición o a las hambrunas, a la salud para todos o a los objetivos del desarrollo del milenio; en todos los casos se ha avanzado, es cierto, pero de forma absolutamente insuficiente, en parte por la falta de articulación y seguimiento.
No extrañe, entonces, que en el informe del secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, presentado en febrero pasado, se sostenga, por ejemplo y cito textualmente: “El progreso en la reducción de la pobreza no ha sido parejo y ahora está amenazado; el hambre aumenta y sigue siendo un problema mundial importante.
“No se ha alcanzado la cuota de empleo plena y decente para todos y durante los últimos decenios, en muchos países, el crecimiento económico no ha producido un aumento rápido de las oportunidades de trabajo, lo que ha hecho surgir el concepto de crecimiento sin empleo. Se ha avanzado en el acceso universal a la educación, pero el objetivo no se ha cumplido”. Termino la cita.
O bien, que se han registrado progresos insuficientes o mínimos en la igualdad entre los géneros, en la reducción de la mortalidad materna o en la sostenibilidad del medio ambiente.
Además, en el informe se anota con preocupación que al panorama anterior se suman los problemas derivados de las crisis actuales, finanzas, economía y seguridad alimentaria y el cambio climático entre otros.
Frente a ustedes, señoras, señores rectores, reitero una convicción; nuestro marco de partida debería ser la aceptación de que el mejor Estado no es necesariamente aquél que únicamente genera más riqueza, en todo caso es aquél que mejor la distribuye, aquél que consigue el mayor desarrollo humano posible. Éste debiera ser nuestro punto de arranque.
En las universidades debemos trabajar bajo esta premisa, y otra de que el conocimiento ignora toda frontera geográfica o política.
Pensar en los jóvenes para quienes tenemos que trabajar, para aquellos a quienes debemos pasar la batuta, nos debería ilusionar. La empresa es compleja, pero la tarea y el esfuerzo por realizar bien valen la pena.
Por supuesto que en esta oportunidad, como en todas las demás, no hablo por todos, no puedo ni debo hacerlo, sin embargo me atrevo a recoger tres puntos de vista que he compartido con muchos de ustedes en estos últimos días.
Primero, deseo resaltar la importancia de la educación superior, la que se ha convertido en lugar común; sin embargo, traducirla en apoyos presupuestales y en aplicaciones a las necesidades sociales, es todavía asignatura incompleta.
Segundo, el modelo de desarrollo que siguen nuestros países debe incluir la cultura, el arte, las humanidades y los valores laicos esenciales, para que tenga mayor posibilidad de ser exitoso.
Tercero, en las universidades de nuestra región existe un compromiso para integrar un espacio iberoamericano del conocimiento, socialmente responsable.
Es el momento, es ahora precisamente cuando requerimos que los gobiernos de nuestros países y otros sectores de las economías nacionales se sumen a la tarea; debemos conformar un fondo con las aportaciones que ya hace Santander, y a las que se deben sumar aquellas procedentes de los gobiernos y de muchas otras empresas de la región.
Él no lo sabe, lo va escuchar ahora, de la manera más atenta, le pido a don Enrique Iglesias, secretario general iberoamericano, analizar la posibilidad de abrir un espacio en la agenda de la próxima Cumbre de Iberoamérica, a celebrarse en Argentina, con el objeto de hacer una presentación a nuestros mandatarios.
Además de seguirnos ayudando, don Enrique, como interlocutor entre la organización que representa, y en este Segundo Encuentro de Rectores.
Si alcanzamos, señoras y señores rectores, el objetivo, habremos dado un paso firme hacia delante; de cualquier manera, el entusiasmo y el compromiso demostrado a lo largo de nuestros trabajos, me hace estar seguro de la trascendencia de nuestra encomienda y del éxito que ya se ha conseguido.
Enhorabuena y muchas felicidades a todos ustedes.
-Dr. José Narro Robles
Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México
Guadalajara, Jalisco
Junio 02 de 2010

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