domingo, 6 de junio de 2010

PALABRAS DE INAUGURACIÓN DE UNIVERSIA POR PARTE DEL RECTOR DE LA UNAM

Sean todos ustedes muy bienvenidos. Asistimos a esta reunión convencidos de que entre todos podemos alcanzar metas superiores a las posibles para cada una de nuestras instituciones.
El significado de este foro es complejo y muy diverso. La academia está convocada y lo hace acompañada de una herencia milenaria. Aquí están presentes, con el auspicio de UNIVERSIA que mucho agradecemos, rectores y representantes de numerosas universidades multicentenarias, y otros de instituciones de fundación reciente. Todos somos, sin embargo, depositarios de compromisos fundamentales con nuestra población.
Estoy seguro que los presentes sostenemos con firmeza que hoy, más que nunca, frente a los problemas que aquejan al ser humano y al planeta, la solución pasa necesariamente por la educación y por la ciencia, por el arte y la cultura.
También se puede argumentar que ni la sociedad de la información, ni la economía del conocimiento, tienen todas las respuestas a los problemas del mundo contemporáneo. Es cierto, sin ciencia y educación, simplemente no hay desarrollo, pero sólo con ellas, el mismo está incompleto. Sin arte y cultura, el desarrollo pierde parte de su sentido humano.
Al dejar fuera los valores y principios, el modelo también se queda corto y reproduce los vicios de siempre. Por ello, el verdadero desarrollo humano incorpora todas esas variables.
Para muchos de nosotros, el tipo de desarrollo ya resulta, por decir lo menos, insuficiente e injusto. Al tener como meta primordial la acumulación de bienes y de capital, se le ha colocado en el cajón de lo inservible. Al pretender hacerlo sin límite ni decoro, sin freno en la manera y sin medir las consecuencias de conseguirlo, se le ha condenado al fracaso más estrepitoso, al tiempo que ha generado numerosas crisis.
Al atenuar, e incluso desaparecer de los indicadores del éxito individual y colectivo a un conjunto de valores laicos esenciales como la honestidad, la solidaridad, el conocimiento, la verdad, el trabajo, la justicia y el respeto pleno a los derechos de los demás, se ha cometido un error de proporciones gigantescas.
Por todo esto, no debe extrañar, y sí preocupar, el surgimiento reiterado de crisis financieras, el incremento del desempleo o la aparición de las lacras de una modernidad mal entendida: la desesperanza, la violencia y la inseguridad, el cambio climático y las crisis ecológicas, el narcotráfico y las adicciones, o nuevas formas de desajuste, de rechazo y de patología mental.
Además preocupa, y mucho, que de crisis y situaciones fallidas nacionales hayamos mudado a otras de orden regional, y que ahora estemos inmersos en una nueva dimensión: la crisis global.
No tengo duda que frente a este panorama las universidades tienen una nueva tarea. Ya no es suficiente con generar y transmitir el conocimiento. Para cumplir efectivamente nuestra encomienda con responsabilidad social, es necesario asumir un papel más activo en el planteamiento y ejecución de soluciones locales, nacionales y regionales.
El poder que concede la confianza de la sociedad en sus universidades, la autoridad moral y técnica que se acumula en nuestras comunidades, y la inoperancia de las formas tradicionales, nos obligan a responder de una manera distinta en el ámbito de nuestras atribuciones.
Por ello, se debe aceptar que debemos actuar pronto y en la dirección correcta. Tenemos que evitar que los hechos le concedan la razón a quienes piensan que “el futuro ya no tiene porvenir”, o a quienes sostienen cínicamente que en este mundo paradójico, las condiciones sólo pueden deteriorarse más. Desde las universidades aseguramos que, por supuesto, las cosas se pueden hacer mejor, que tenemos el ánimo, y nuestras comunidades saben cómo hacerlo.
El tamaño de los desafíos no debe amedrentarnos. La importancia de la misión debe servirnos para acometerla con energía. Hemos alcanzado un punto de quiebre, nos corresponde avanzar en la consolidación de un espacio iberoamericano del conocimiento socialmente responsable.
En este proceso es indispensable que todos los estados nacionales; sus gobiernos; sus legislativos; sus sectores público, privado y social; la sociedad entera, entiendan el papel que tienen la educación superior, la ciencia y la cultura, y que se les apoye. Presupuesto y comprensión para la educación superior pública de Iberoamérica es lo que respetuosamente exigimos.
En las universidades debemos buscar puntos de encuentro e interacción entre las culturas y entre las instituciones. Ahí radica parte de nuestro desafío, y con esta reunión empezamos a vencerlo.
"Por Mi Raza Hablará El Espíritu"
-Dr. José Narro Robles
Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México
Guadalajara, Jalisco
Junio 01 de 2010

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